16 de agosto de 2010

Hasta dos cortes diarios de tránsito por accidentes en el puente Chaco-Corrientes

En los tiempos en que la conflictividad social había alcanzado su pico más alto, quienes a diario o con cierta frecuencia debían cruzar el puente Chaco-Corrientes se encontraban con la habitual novedad de que el tránsito por esa vía estaba interrumpido a raíz de piquetes ejecutados por distintos grupos de manifestantes que enarbolaban los más variados reclamo, el problema se sigue presentado debido a la cantidad de accidentes que se registran.
Desocupados, remiseros, pescadores, ladrilleros, criadores de cerdos y otros tantos sectores convirtieron en aquellos tiempos a los cortes del puente en un contratiempo que aparecía con exasperante reiteración.
Ahora, cuando ese tipo de protestas tuvo al fin una notoria disminución, la maldición de quienes deben cruzar sobre el Paraná es otra: los accidentes de tránsito, que se producen sobre el puente o en sus proximidades, y generan cortes de varias horas, casi a diario. Increíblemente, pese a la repetición de esos hechos, ni las autoridades de ambas provincias ni las fuerzas de seguridad ni la empresa que explota el sistema de peaje en ese tramo vial hacen algo por prevenir la ocurrencia de nuevos siniestros.
Zona liberada
Una cuestión de sentido común indicaría a cualquiera con dos dedos de frente que si una conexión crucial para la región queda fuera de servicio con tanta frecuencia a raíz de choques entre vehículos, lo que hace falta es implementar un sistema de control del tránsito que evite más accidentes. Pero ya se sabe que el sentido común es el menos común de los sentidos, y lo que sucede en el Puente General Belgrano lo confirma plenamente.
Por ese motivo, los pocos kilómetros críticos permanecen sin mayores dispositivos de vigilancia y seguridad vial, como una zona liberada para que los desquiciados del volante, esos que nunca faltan, sigan violando velocidades límites, continúen haciendo sobrepasos donde están prohibidos y, en definitiva, prosigan aplicando la estúpida ecuación que les indica a sus diminutas mentes que vale la pena arriesgar sus vidas y las de los demás con tal de llegar a destino dos minutos antes.
Se da así el absurdo de ver que hay controles policiales en el acceso correntino al puente y en la rotonda chaqueña previa a la estación de peaje, y gendarmes en torno de las casillas de cobro del gravamen vial, pero no hay un solo uniformado abocado a ordenar e imponer prudencia al tránsito en el tramo de mayor riesgo. Aparecen recién después de cada desgracia.
Ese desdén se combina con la realidad por todos conocida en cuanto a la saturación que sufre la conexión entre las dos provincias desde hace años, y que se va acentuando con el tiempo. En los horarios de mayor circulación, la marea de automóviles, camionetas, colectivos y camiones es desbordante. En ese contexto, los irresponsables que tienen un volante entre manos completan un cóctel que produce accidentes a granel, algo de lo que nadie se puede declarar sorprendido por la primitiva cultura vial argentina.
Una vez ocurrido cada siniestro, llega el corte del tránsito, la interminable espera por las pericias de rigor y el sometimiento de miles de personas a amansadoras que nunca se sabe a ciencia cierta cuánto durarán. Pasó el viernes con dos choques, volvió a pasar ayer con otro más. Tres colisiones en un par de días. Y mirando más para atrás, los antecedentes son incontables.
Una sumatoria de calamidades que podría evitarse si autoridades y empresarios se pusieran a pensar, por un momento, que lo único que importa en ese lugar no es que los vehículos hayan pagado el peaje.
fuente: diarionorte

No hay comentarios:

16 de agosto de 2010

Hasta dos cortes diarios de tránsito por accidentes en el puente Chaco-Corrientes

En los tiempos en que la conflictividad social había alcanzado su pico más alto, quienes a diario o con cierta frecuencia debían cruzar el puente Chaco-Corrientes se encontraban con la habitual novedad de que el tránsito por esa vía estaba interrumpido a raíz de piquetes ejecutados por distintos grupos de manifestantes que enarbolaban los más variados reclamo, el problema se sigue presentado debido a la cantidad de accidentes que se registran.
Desocupados, remiseros, pescadores, ladrilleros, criadores de cerdos y otros tantos sectores convirtieron en aquellos tiempos a los cortes del puente en un contratiempo que aparecía con exasperante reiteración.
Ahora, cuando ese tipo de protestas tuvo al fin una notoria disminución, la maldición de quienes deben cruzar sobre el Paraná es otra: los accidentes de tránsito, que se producen sobre el puente o en sus proximidades, y generan cortes de varias horas, casi a diario. Increíblemente, pese a la repetición de esos hechos, ni las autoridades de ambas provincias ni las fuerzas de seguridad ni la empresa que explota el sistema de peaje en ese tramo vial hacen algo por prevenir la ocurrencia de nuevos siniestros.
Zona liberada
Una cuestión de sentido común indicaría a cualquiera con dos dedos de frente que si una conexión crucial para la región queda fuera de servicio con tanta frecuencia a raíz de choques entre vehículos, lo que hace falta es implementar un sistema de control del tránsito que evite más accidentes. Pero ya se sabe que el sentido común es el menos común de los sentidos, y lo que sucede en el Puente General Belgrano lo confirma plenamente.
Por ese motivo, los pocos kilómetros críticos permanecen sin mayores dispositivos de vigilancia y seguridad vial, como una zona liberada para que los desquiciados del volante, esos que nunca faltan, sigan violando velocidades límites, continúen haciendo sobrepasos donde están prohibidos y, en definitiva, prosigan aplicando la estúpida ecuación que les indica a sus diminutas mentes que vale la pena arriesgar sus vidas y las de los demás con tal de llegar a destino dos minutos antes.
Se da así el absurdo de ver que hay controles policiales en el acceso correntino al puente y en la rotonda chaqueña previa a la estación de peaje, y gendarmes en torno de las casillas de cobro del gravamen vial, pero no hay un solo uniformado abocado a ordenar e imponer prudencia al tránsito en el tramo de mayor riesgo. Aparecen recién después de cada desgracia.
Ese desdén se combina con la realidad por todos conocida en cuanto a la saturación que sufre la conexión entre las dos provincias desde hace años, y que se va acentuando con el tiempo. En los horarios de mayor circulación, la marea de automóviles, camionetas, colectivos y camiones es desbordante. En ese contexto, los irresponsables que tienen un volante entre manos completan un cóctel que produce accidentes a granel, algo de lo que nadie se puede declarar sorprendido por la primitiva cultura vial argentina.
Una vez ocurrido cada siniestro, llega el corte del tránsito, la interminable espera por las pericias de rigor y el sometimiento de miles de personas a amansadoras que nunca se sabe a ciencia cierta cuánto durarán. Pasó el viernes con dos choques, volvió a pasar ayer con otro más. Tres colisiones en un par de días. Y mirando más para atrás, los antecedentes son incontables.
Una sumatoria de calamidades que podría evitarse si autoridades y empresarios se pusieran a pensar, por un momento, que lo único que importa en ese lugar no es que los vehículos hayan pagado el peaje.
fuente: diarionorte

No hay comentarios: