21 de mayo de 2008

El fantasma del desalojo reforzó la adhesión al reclamo en el Puente

Pocos minutos después de que comenzara a correr la versión que indicaba la decisión del Juzgado Federal de avanzar con la liberación del tránsito en el Puente General Belgrano, implicando la posibilidad de un desalojo a la fuerza por parte de la Gendarmería Nacional, los uniformados que hasta el momento estaban prestando servicios comenzaron a llegar a la zona de la protesta, manifestando la voluntad de quedarse allí para resistir un posible avance de fuerzas nacionales. Ni bien se conoció la decisión de Soto Dávila, que durante el fin de semana intentó mediar en el conflicto, el personal que prestaba servicios en las comisarías decidió acuartelarse o sumarse a la protesta en el puente, lugar hasta el que llegaron incluso algunos oficiales de alto rango dispuestos a evitar cualquier intento de represión. Alrededor de las 18, los referentes de la protesta les requirieron que vuelvan a sus puestos de trabajo para evitar acusaciones desde el Gobierno. Sin embargo, los efectivos decidieron apostarse en la zona, listos para intervenir en defensa de sus compañeros y sus familias. El clima era tenso y el recuerdo del 99’, con la re-presión sobre el Puente que dejó como saldo dos víctimas fatales, parecía estar más fresco que nunca. Pero la situación actual es aún más complicada, porque si bien el reclamo policial puede llegar a tener el mismo grado de determinación que por aquellos meses, se trata hoy de un sector armado, que se dice dispuesto a resistir “hasta las últimas consecuencias”. Puede decirse que “el espíritu de cuerpo” afloró ayer ante la posibilidad de que Gendarmería actúe para liberar el tránsito. Los rostros de los gendarmes correntinos que durante los últimos siete días convivieron con los policías y penitenciarios devenidos en manifestantes guardaba un dejo de desconcierto y resignación. A la espera de órdenes desde la Capital Federal se lamentaban por lo bajo de que se haya dejado llegar el conflicto hasta este punto. “Y bueno, para eso estamos”, respondieron ante la posibilidad de que deban estar al frente de un desalojo violento. Se acercaba la medianoche y a medida que transcurrían las horas se sumaban más uniformados, algunos salían de servicio, otros decidieron no presentarse. La madrugada es el horario predilecto para este tipo de operativos y estos policías lo sabían mejor que nadie. La tensión crecía, al igual que el estado de alerta y se temía que en las próximas horas cualquier cosa pueda pasar.

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21 de mayo de 2008

El fantasma del desalojo reforzó la adhesión al reclamo en el Puente

Pocos minutos después de que comenzara a correr la versión que indicaba la decisión del Juzgado Federal de avanzar con la liberación del tránsito en el Puente General Belgrano, implicando la posibilidad de un desalojo a la fuerza por parte de la Gendarmería Nacional, los uniformados que hasta el momento estaban prestando servicios comenzaron a llegar a la zona de la protesta, manifestando la voluntad de quedarse allí para resistir un posible avance de fuerzas nacionales. Ni bien se conoció la decisión de Soto Dávila, que durante el fin de semana intentó mediar en el conflicto, el personal que prestaba servicios en las comisarías decidió acuartelarse o sumarse a la protesta en el puente, lugar hasta el que llegaron incluso algunos oficiales de alto rango dispuestos a evitar cualquier intento de represión. Alrededor de las 18, los referentes de la protesta les requirieron que vuelvan a sus puestos de trabajo para evitar acusaciones desde el Gobierno. Sin embargo, los efectivos decidieron apostarse en la zona, listos para intervenir en defensa de sus compañeros y sus familias. El clima era tenso y el recuerdo del 99’, con la re-presión sobre el Puente que dejó como saldo dos víctimas fatales, parecía estar más fresco que nunca. Pero la situación actual es aún más complicada, porque si bien el reclamo policial puede llegar a tener el mismo grado de determinación que por aquellos meses, se trata hoy de un sector armado, que se dice dispuesto a resistir “hasta las últimas consecuencias”. Puede decirse que “el espíritu de cuerpo” afloró ayer ante la posibilidad de que Gendarmería actúe para liberar el tránsito. Los rostros de los gendarmes correntinos que durante los últimos siete días convivieron con los policías y penitenciarios devenidos en manifestantes guardaba un dejo de desconcierto y resignación. A la espera de órdenes desde la Capital Federal se lamentaban por lo bajo de que se haya dejado llegar el conflicto hasta este punto. “Y bueno, para eso estamos”, respondieron ante la posibilidad de que deban estar al frente de un desalojo violento. Se acercaba la medianoche y a medida que transcurrían las horas se sumaban más uniformados, algunos salían de servicio, otros decidieron no presentarse. La madrugada es el horario predilecto para este tipo de operativos y estos policías lo sabían mejor que nadie. La tensión crecía, al igual que el estado de alerta y se temía que en las próximas horas cualquier cosa pueda pasar.

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